15/04/2020
China es la mayor ganadora de la globalización. Ha creado un tejido productivo, unas infraestructuras, un soporte tecnológico y científico, un sistema financiero y una red de relaciones políticas, diplomáticas y comerciales que la sitúan en condiciones de competir como gran potencia. China ha incardinado un proceso interno de metamorfosis con un modelo exógeno, del que ha obtenido todos los réditos posibles con prácticas poco ortodoxas.
La estrategia política china no ha buscado estructurar el mundo. China, por el contrario, decidió aprovechar el sistema para amoldarse a él según sus propias reglas. La evolución de China ha transformado su inicial condición parasitaria en una grave patología, que terminará destruyendo los cauces de la globalización. En estas circunstancias, para recomponer el equilibrio, la única alternativa es disciplinar económicamente al gigante asiático.
La pandemia provocada por el COVID-19 ha puesto en evidencia que las cadenas de valor internacional han crecido más de lo que el sistema de gobernanza mundial puede soportar. Si China cierra, el mundo queda desabastecido. La dependencia de China es excesiva y los demás buscarán como defenderse.
Andrés González Martín. Teniente coronel. Analista del IEEE